miércoles, 13 de junio de 2007

ALBERTO CONOCE KIEV

El lunes nos levantamos preparados para un día de gestiones en Kryviryh; tocaba recoger la sentencia en el juzgado, cambiar la partida de nacimiento de Alberto, solicitar en el notario su pasaporte, pedir el pasaporte en la policía, etc. Fuimos a primera hora al orfanato, para verle un ratito antes de las gestiones, para las que nos recogería Yulia a las 10:30 con Igor, nuestro taxista de confianza, un tío majísimo que chapurrea italiano y que nos lleva a hacer todas las gestiones, hasta a elegir las gafas de Alberto (y ayuda a elegir modelo, regatea con las de la óptica, un hombre implicado y proactivo, que se diría en jerga empresarial).

Nos tocaba un día de estos de gestiones en Ucrania que se pueden definir como: ir muy rápido de un sitio a otro –el tráfico y la forma de conducir aquí son como las de cualquier país del tercer mundo, es decir, la ley del más fuerte y del que antes llega- para ir a un edificio oficial a esperar que alguien nos haga el favor de hacer una gestión muy rápido, para lo cual nos saltamos las colas y los plazos y a cambio de eso nos pasamos el día diciendo “Espasiba” y soltando billetes del monopoly. Según nuestro taxista, “Ucrania es el país donde se puede comprar todo”. A pesar de eso, nos hemos pasado medio viaje haciendo pasillos y esperando a que nos reciban.

Esperando en el registro –un lugar umbrío y desolado, no se si en obras de reconstrucción después de algún tipo de revuelta, o si se está cayendo a trozos por falta de mantenimiento- a que nos dieran la nueva partida de nacimiento de Alberto, ya con su nombre y apellidos, de pronto nos suelta Yulia: “Bueno, pues nada, entonces esta tarde, cuando recojamos el pasaporte, vamos al orfanato a por Alberto y ya os lo lleváis”. "¿¿¿¿¿¡¡¡¡¡¡¡QUÉEEEEEEEEE!!!!!!!?????, ¿Ya nos lo podemos llevar?” preguntamos, con la misma expresión en la cara que un niño el día de Reyes, “Si, claro, ya es vuestro”.

No teníamos eso previsto, pensábamos recogerlo el martes por la mañana, antes de salir para Dniepropetrovsk para apostillar sus documentos. Así que, todo se aceleraba un día, su primera noche con nosotros, la despedida de sus cuidadoras, de sus amigos, de su vida conocida. Ya le habíamos comprado su ropa y algunos juguetes y chucherías para el resto de los niños. Hoy debía ser un día duro para todos; además de Alberto, se iba también Sasha, el hijo de unos alemanes que llegaron varios días antes (tuvieron su primera cita en el CA el mismo día que nosotros, pero el expediente administrativo de Sasha era complicado) y que se iban el lunes.

Llegamos al orfanato a las seis de la tarde, después de todas las gestiones, habiendo comido en diez minutos y exhaustos del calor y las esperas. Pasamos por el apartamento para coger la ropa de Alberto (el niño sale sin ajuar, es decir, no tiene ni unos gayumbillos propios), las chuches, para recoger la cámara de video, etc. y aprovechamos para darle a Yulia un regalo que le habíamos comprado.

Al llegar a su sala nos estaban esperando todo el grupo, muy formalitos, sentaditos en sus sillas, eso sí, en braguitas y calzoncillos por el calor. Alberto salió corriendo al vernos, gritando “mamámamámamá” y lanzándose a los brazos de Maria. Yo, a lo de siempre, a la logística: entrega de chuches y juguetes, dinero para las cuidadoras –que hacen un ademán de dignidad de no querer cogerlo, pero luego acceden- y sacar la cámara de video para recoger el momento histórico: Alberto abandonando el orfananto.

Pues bien, este manazas se había dejado la batería descargada, así que la cámara de vídeo no funcionaba. Los únicos testimonios gráficos son los recogidos por la cámara de fotos de mi teléfono (fotos y vídeo, de baja calidad) y alguna foto que hizo Yulia. Vestimos a Alberto ante la mirada de todo el mundo, quince niños y cinco cuidadoras. Alberto, señala a sus sandalias nuevas y le dice algo a Yulia. “¿Qué dice?”. “Que se las ha comprado su papá” y yo casi me muero de placer, al fin entiendo para que vale el dinero en la vida, por qué el hombre se ha dedicado a cazar ya traer comida a casa. Para que tu hijo se señale los pies y diga: “Me las ha comprado mi papá”. Sus primeras sandalias, su primera ropa propia que no se pondrá otro niño mañana.

Diana, la niña morena que me ha robado el corazón en estos días, me mira muy seria y no responde a ninguna de mis sonrisas; sé lo que piensa: se van y no me llevan. Una de las cuidadoras, dice en medio de la despedida, “¿Cuándo van a venir a por la niña?” Maria les dice que al año que viene; Yulia traduce y una cuidadora me señala a mi y luego a Diana. No me hace falta escuchar la traducción de Yulia. Si, se parece a mi; si, podría ser mi hija; si, me la llevaría ahora mismo; si, por eso estoy llorando, señora, por eso se me saltan las lágrimas y no acierto a decir nada, porque podría se mi hija, como Alberto, pero esta vida que nos ha tocado vivir es difícil. Diana tendrá otros padres, con eso me consuelo. Dios quiera que la traten bien, como se merece.

En medio de las despedidas, Maria empieza a dar las gracias a todo el mundo y a la vez empieza a “llorir”, es decir, a llorar y a reír a la vez y mientras va “lloriendo”, todo el mundo hace cucamonas a Alberto, el resto de los niños no tocan las chuches ni los juguetes que les hemos traído, yo hago esfuerzos para no llorar (noto que se me rompen los músculos del cuello, de contener al corazón que se quería salir por la garganta), nos hacemos fotos, repartimos besos, abrazos con las cuidadoras, nos hacemos fotos…

Alberto se agarra a los brazos de su madre y no hay quién le mueva de ahí. Una de las cuidadoras dice (dicen muchas cosas, pero Yulia sólo nos traduce algunas): “Pórtate bien, vas a tener unos padres, vas a vivir en Madrid, en una casa muy bonita…” Nos mira y dice: “Educadle bien, no le dejéis hacer tonterías”. Yo respondo que lo haremos los mejor posible y eso me parece más solemne y más importante que lo que dijimos ante el juez.

Muchos “paká, paká” y “espasiba” y a salir de allí corriendo, conscientes de que es la última vez que recorremos sus pasillos y corredores, el jardín y que, lo que ha sido nuestro escenario cotidiano, dentro de poco no será más que un vago recuerdo, que refrescaremos con imágenes, cuando algún día tengamos fuerzas y tiempo para verlas.

Montamos a Alberto en el coche y, ¡al apartamento!. En el coche, Maria con Alberto encima, con la misma cara de felicidad que cuando salíamos del brazo, recién casados, por el pasillo central de La Concepción. Hacemos con él la entrada en el apartamento como se hace con una recién casada: en brazos, dándole besitos y explicándole todo: “mira esto es una cocina, un cuarto de baño, un salón, una habitación; mira esto es una cama, ¿has visto que grande?” Él alucina con todo –nunca ha visto una cama, por ejemplo, o un cuarto de baño-; le enseñamos la casa y, ¡a la bañera!. Estábamos confiados por el amor al agua que nos demostró el otro día con la piscinita hinchable en el orfanato.

Me siento un padre colaborador mientras preparo el baño. Maria, emocionada, se quiere bañar con él, para que no tenga miedo (y para sobarle) y le espera en la bañera. Le desnudo y nada, ver el agua y empezar a llorar, a gritar y a darle vueltas la cabeza como a la niña del exorcista al ver el agua bendita, todo uno. Poquito a poco le vamos metiendo, ve que el agua no está helada (como seguro que fue alguna experiencia anterior) y al final, acaba llorando cuando, con la piel arrugada y, con sus padres empapados y exhaustos (yo, desde fuera de la bañera), decidimos sacarle de la bañera.

Le damos la cena, tortilla la francesa para el padre y el hijo, la mía con quesitos. No quiere ni probar la suya; me ve comer a mi y pide de la mía. Acabamos compartiendo cena. Es hora de dormir, ¡eso si que nos da miedo! Vamos a la habitación y le tumbamos en la cama, nos tumbamos con él para que no tenga miedo; vamos atenuando las luces, pero él tiene unas ganas de juerga tremendas. Nosotros para el sólo unos payasos que le hacemos reír y que le damos golosinas. No hay manera de que se duerma. Consulto mi manual de frases en ruso y le digo: “Es hora de dormir”. Me mira serio, le dejamos en la cama, tumbado, entre dos almohadones para que no se caiga, apagamos la luz y salimos de la habitación, esperando que se ponga a llorar, pero muy preparados para resistir –como dice el manual ese de cómo hay que hacer que los niños duerman- lo que venga.

Ni un ruido. Tanto silencio que, a los diez minutos, asustados, miramos por una rendija para ver si ha tenido una muerte súbita o algo así. Nada de nada, está dormido como un bendito, con una cara de ángel que yo pensaba que sólo sabía imaginarlas Miguel Ángel. Salimos de la habitación y empiezan los preparativos del día siguiente: salimos a las siete para Dnipropetrovsk a apostillar sus documentos. Son las once, tenemos que hacer las maletas, preparar todo, ¿qué le damos mañana de desayuno?, ¿y en el viaje?. Cenamos casi sin hambre, pensando en que tal noche pasaremos los tres en esa cama, extraña para él, pequeña.

A la hora de acostarnos con él, todo bien. Es un momento de felicidad verle dormido, a nuestro lado, parece que tenemos al alcance d la mano la felicidad. Pero al rato, empiezan los problemas. Está acostumbrado a dormir solo en su cuna y no a sentir el contacto de nadie. Medio dormido, al notar que estamos con él, empieza a patalear, a mecerse con los famosos balanceos que hacen que vaya de lado a lado de la cama, sobre todo hacia mí. A eso de la una decido abandonar el barco y se queda Maria con él, intentando que se tranquilice, que duerma. Toda la noche en vela, sobre todo Maria, viendo como duerme.

Al día siguiente, bueno, al rato, recogida del apartamento, primer desayuno juntos y, ¡adios Kryviryh! Alberto va sentado en el coche (que es tipo Berlingo, una furgonetilla) señalando a todos los coches y diciendo “pip, pip”. Por el camino le enseñamos vacas, ovejas y otros animales que están a los lados de la carretera –atravesamos una región agrícola- y que Alberto sólo conoce por los animales de plástico que hemos traído para jugar.

Dos horas hasta Dnipropetrovsk que hacemos de un tirón, por pésimas carreteras (como todas las de aquí) y que se notan más en el coche que llevamos. Alberto va tranquilo, es el viaje más largo de su vida y hasta se duerme un ratito apoyado en Maria. A la llegada a Dnipropetrovsk malas noticias, no se apiadan de que llevamos a un niño y tendremos que esperar a las dos para que nos apostillen los documentos, así que nos armamos d paciencia y nos vamos a dar una vuelta por la ciudad, a hacer pasar el tiempo lo más rápidamente posible (algo a lo que nos estamos acostumbrando y que jamás, en mi vida, desde que hice la mili, he hecho nunca). Por suerte encontramos un gran parque en el medio de la ciudad, muy bonito, que tiene dentro algo como un parque de atracciones, con una noria y todo.

Los ojos de Alberto viéndolo todo son indescriptibles. Se asusta de los muñecos, varios, más altos que él, que pueblan el parque y que representan animales tipo Disney pero versión ucraniana. No quiere ni acercarse. En cambio, se queda fijo como un perdiguero cuando señala una pieza cuando ve un cochecito de los de echar monedas y que se mueve y suena el claxon. No sabe que puede hacer con él. No sabe que se puede montar, así que le subimos y su primera reacción es gritar y patalear, le da miedo. Se monta otro niño, ve que no pasa nada y se acerca tímidamente. Entonces ya está decidido a montar pero, a la manera ucraniana, cuando estamos preparados para subirle, se nos cuela una señora con una niña. Para nuestra sorpresa nos hace una seña para que subamos a Alberto con su hija, debe ser costumbre aquí eso de compartir atracción, así que le subimos y ¡teníais que haber visto su cara! Emocionado es poco. Feliz.

El camino desde Dnipropetrovsk a Kiev, indescriptible. Siete horas de viaje, con una parada de diez minutos, por este infierno de carreteras. Alberto pasa por todos lo ciclos: sueño, “pip, pip”, juego, nervios, pañal cagado, hambre, sueño, “pip, pip”, juego, nervios, etc. Pero, en resumen, un bendito. Un regalo de Dios.

Al llegar a Kiev, Maria está como loca por bañarle –recuerda el baño del día anterior y hemos sudado como pollos en la furgoneta sin aire acondicionado- y darle la cena. El apartamento no está mal, lo único malo es que al llegar el ascensor está estropeado y me toca subir los cuatro pisos con las maletas. Gajes del oficio de porteador. Subimos, preparamos el baño, Maria se mete con él en la bañera, empezamos la fiesta y …. Alberto está, “tan agustito”, que le da por cagarse en medio del baño si que podamos evitarlo. Quien con niños se acuesta (o se baña…).

Cena y a dormir. Nos tememos otra noche como la de ayer pero no, después de torearnos un poco entiende lo de “pará spatz” (“a dormir”) y le dejamos solo para que duerma, sin protestas. Hemos pasado toda la noche felices, con él, mirándole embobados con la luz que entra por las ventanas (sin persianas, como siempre). De vez en cuando, se gira y se pega a mi pero, al contrario que la noche anterior no patalea no evita el contacto y entonces, no quepo en la cama, de felicidad y porque no quiero despertarle y estoy durmiendo en treinta centímetros de ancho, no entro ni de perfil.

Esta mañana el despertar ha sido glorioso, todo risas, cariños, abrazos, besos… ¡qué despertar más bueno tiene mi niño! Por la mañana gestiones varias: billetes de vuelta, visado de entrada de Alberto en España, etc. Si todo va según lo previsto, el sábado llegaremos a Madrid.

Alberto visita Kiev. Él no sabe nada, sólo ve coches, gente, sitios nuevos, desde el carrito que hemos comprado para pasearle por aquí. Es la capital de su país, al menos hasta los 18 años, cuando elegirá de donde quiere ser. Y, después de veinte días en Kryviryh, hasta a nosotros nos parece una gran ciudad.

¡Queremos volver a casa!

Ya hemos empezado con los toreos a tiempo completo: no me como esto y hago como que no me gusta, lloro un poco a ver si me das otra cosa más rica, al ir a dormir lloro un rato a ver si vienes, etc, etc, pero eso no os lo cuento, que me está quedando muy bonita la historia y además ya os lo imagináis.

Abrazos,


Cacha







11 comentarios:

esther bcn dijo...

Impresionante, sin palabras, espectacular, increible, genial
ENHORABUENA
FELICIDADES
OS LO MERECEIS LOS TRES " FAMILIA "
No puedo ni escribir de las lagrimitas de emocion que van saliendo.
A disfrutar, a empezar esta nueva etapa de vuestra vida y que seais eternamente felices.
El sabado en casa uffff qeu bien

Anónimo dijo...

¡Hola Cacha y Maria! me alegro muchisimo de vuestra felicidad y de que ya tengais a vuestro hijo, aunque siendo egoista me da pena que termine la historia ya que me he vuelto adicta a vuestras experiencias ¡ Cómo voy a echar de menos entrar en vuestro blog cada vez que enciendo el ordenador, para ver si hay noticias vuestras!. Yo no os conozco personalmente, soy de Almería, tengo dos hijos preciosos adoptados en Ucrania en el 2000 y 2004. ¡ Cómo me habeis recordado y hecho revivie la experiencia, las emociones sentidas que me hubiese gustado expresar tan bien como vosotros! Muchas gracias por transmitirnos vuestras emociones y sentimientos. Espero seguir teniendo noticias vuestras. Un beso muy fuerte y bienvenidos a la maravillosa locura de ser padres.

Lola Sánchez Pérez. Almeria

mdsperez@hotmail.com

Anónimo dijo...

No vuelvo a leer el blog en el trabajo, Dios, que llorera.

Colla

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

sOY ELI.
Tengo la suerte de teneros como amigos, y que esta historia la voy a poder seguir de cerca, pero no cuando yo quiera como hasta ahora, claro.
La verdad es que no se como deciros que tengo ganas de veros.
Darle un besote a ALberto.
Gracias por todo.Os esperamos.

Anónimo dijo...

Chicos, ya está, es cierto que es vuestro hijo, no a tiempo parcial sino total.que sensación más rara el primer viaje en coche con ellos ¿verdad?, yo tenia en los brazos a mi hija y le olia el cabello, hasta que pensé que le iba a sorber hasta las ideas y la abrazaba tan fuerte que la iba a desmenuzar, por fin era nuestra¡Para siempre!., como para siempre, quiero que conteis con unos amigos mas en Madrid.
Muchas Felicidades y Feliz Regreso

Pili N.

Anónimo dijo...

Hola Alberto

Me llamo Rafa, soy amigo de tus papis, ya me conocerás. Tengo dos hijas Lydia y Paula, estoy seguro que seréis amigos, en cuanto os conozcáis. Lydia es un poco mayor que tu, tiene 9 años, pero te va a cuidar mucho y te va a enseñar muchas cosas (igual que tus primas y primos y muchos amiguitos que tendrás). En cuanto a Paula, te puedo decir que ayer jueves, cuando la dijimos que el sábado venías dijo, “y el lunes, ¿qué hacemos? Quiero verle”.

Ya verás que bien vas a vivir con tus papás, son geniales, no te preocupes si alguna vez no hacen lo que tu quieres, ten paciencia, dales tiempo, que tiene que conocerte y, al principio, igual no se enteran mucho, pero luego, como son muy listos, lo irán entendiendo rápidamente.

Bueno, dentro de poco nos conoceremos, no te preocupes, yo tengo mucha paciencia y, aunque tengo muchas ganas de verte, igual que Paula y que muchos más, sé que necesitas algo de tiempo para enseñar a tus papás, así es que cuando estés dispuesto, se lo haces saber a tus padres para que nos llamen, ¿vale?.

Un beso muy grande. Nos vemos pronto.

Anónimo dijo...

Gracias, chicos.

Jo, gracias.

Anónimo dijo...

Me pasa como cuando te acabas un libro que te ha gustado mucho, mucho...
Esa sensación agridulce que mezcla cúanto lo has disfrutado y qué pena, ya se acaba.
Porque acaba bien.
Sal y pimienta.
Limón y azúcar.
Qué bien ha salido todo al final, qué miedo tenía, cuánto más se podría haber complicado.
Ya os tenemos aquí a los tres.
Gracias por compartirlo.

Besos. Yo si que os voy a morder a los tres en cuanto os vea.

Unknown dijo...

Hola corazones, estoy leyendo por enésima vez toda vuestra historia y cada vez me parece más increíble.

Vuestro tio/hermano/cuñado, Joaquin Mangosta está durmiendo. Así que aprovecho yo para daros la bienvenida.

Me pregunto cómo será la llegada a casa, su primer yogur, su primer baño en una piscina con sus manguitos. Su primera noche en su habitación, maravillosamente decorada por Maria, seguro

Creo que a todos nos gustaría muchísimo que hicieseis fotos de vuestros primeros dias en Madrid.

Tiene que se alucinante contemplar esa carita cuando vea un avión por vez primera.

Chicos estamos deseando veros, pero como va a ser imposible en un tiempo (teneis que descansar y acoplaros a demasiadas cosas), si nos gustaria que nos mantuvieseis informados por el blog (Cacha piensa la de llamadas que te ahorras para contar siempre lo mismo)

Miles de besos a los tres y sobre todo bienvenidos a casa.

Enhorabuena

Tiiita Isabel

frikosal dijo...

Llegué por casualidad, pero ¡que bonita historia!
Felicidades.