jueves, 7 de junio de 2007

DEL AMOR Y LO COTIDIANO

Todos hemos elucubrado en algún momento sobre qué es el amor, sobre los tipos de amor. Las cosas no son si no tienen un nombre y por tanto una definición, pero hay cosas como el amor que todos sabemos lo que es –o eso imaginamos- pero no sabemos definirlo. Por suerte, siempre hay gente más lista que ya se ha preguntado estas cosas y ha dedicado parte de su ingenio a darnos respuestas.

A mí siempre me gustaron dos definiciones del amor:

- Amor es necesidad de estar con el otro

- Amor es desear el bien del otro por encima del bien propio

¿Por qué? Me parecen que condensan el mensaje del Amor: Dios quiso estar con nosotros y deseó nuestro bien por encima del suyo, con su pasión, muerte y resurrección. Además, me parecen sencillas, como en realidad es el amor. Y complementarias; cada una sin la otra no es un amor real: necesidad de estar sin deseo del bien ajeno podría ser encaprichamiento, egoísmo. Deseo del bien de otro sin necesidad de compañía se me antoja frío, distante, un poco teórico.

Pues eso es lo que sentimos por Alberto desde el primer día. Iba a decir que desde antes de conocerle, pero eso no es verdad. Antes de conocerle teníamos la necesidad de ser padres; cuando le conocimos, decidimos que seríamos sus padres y empezamos a quererle. Y así nos pasamos los días, ansiosos al levantarnos para ir a su encuentro.

Nos levantamos pensando en él. Nos arreglamos para que nos vea guapos (su madre se ríe de que yo he abandonado mi costumbre de no afeitarme los domingos para “dejar descansar a la piel”); preparamos concienzudamente el desayuno que le vamos a llevar, los juguetes con los que le vamos a distraer, el babero, etc. Y acudimos a la casa-cuna preguntándonos que tal habrá dormido, que tal día tendrá, si le apetecerá comer lo que le llevamos: fruta, galletas, potitos, petit-suisses, leche con nesquick….

Camino al orfanato paseamos por el barrio en el que vivimos estos días donde se supone que viven todos sus trabajadores, fruto de la planificación comunista; es un sitio pobre, feo, gris, descuidado. Cuando nos acercamos, empezamos a ver las imágenes en color, como si de repente alguien subiera la saturación de colores de una tele imaginaria y escuchamos llantos de los pequeños por las ventanas, los ladridos del perro de la puerta (al que vamos a visitar todos los días por orden de Alberto, aunque luego le da un poco de miedo acercarse, desde su altura debe ser algo así como un Miura, así que le cogemos en brazos y entonces, Alberto ladra al perro, que le mira extrañado, ladeando la cabeza), los gritos de los niños.

Cuando entramos, preparamos las “herramientas de recepción”: una galleta y un muñeco, para que él coja uno en cada mano y se venga feliz y relajado, mientras le llevamos en brazos hasta el patio, para darle el desayuno. Esto lo hace normalmente Maria, ya que él elige hacia quién dirige los brazos; sólo en situaciones excepcionales se ha venido conmigo y hemos hecho el camino al patio, padre e hijo, levitando sobre el suelo. El resto de las ocasiones, la mayoría, me limito a hacer lo que la mayoría de los padres: a acarrear con la bolsa del niño (que cada día pesa más, la bolsa digo; bueno, también el niño) y a recoger lo que graciosamente tira al suelo, a ponerle el gorro, a quitarle el gorro, a abrir las puertas, a cerrar las puertas, etc.

Entonces viene uno de los mejores momentos del día. Nos sentamos en una mesita, empezamos a sacar cosas para comer y él, muy formalito y feliz dice: “Ñam, ñam”, porque no se si por aquí leían a Carpanta, pero es la forma en que Alberto llama a la comida, a comer, a las cosas ricas. Así, si quiere algo de la “bolsa mágica que transporta el porteador”, señala y dice “ñam, ñam” y nosotros, si está de Dios, se lo damos y si no, se lo negamos. Nosotros también utilizamos el “ñam, ñam” para atraerle cuando se va lejos o para decirle que tiene que volver a su clase, con su grupo, a la hora de comer o de merendar. Como veis los extremos se tocan y a medida que él gana en lenguaje, nosotros lo vamos empobreciendo.

A las 11:30 le dejamos con su grupo para el almuerzo; las habitaciones de los grupos son un conjunto de estancias, en la primera planta del edificio. Cada grupo tiene una sala grande donde está la TV, las sillitas y las mesas donde comen, un corralito donde están los bebés, mecedoras tipo columpio para “automecerse” (y que luego les ocasionan los famosos balanceos), una cocinita para calentar la leche y la comida, algunos juguetes, etc. Al lado está el dormitorio, donde están las cunas de todos. En esta casa cuna cada uno duerme en una cuna, no tienen que compartir, por suerte. Al otro lado de la sala está el baño y los ya mencionados orinales en los que pasan media vida. La sala está bien, es luminosa, el suelo está cubierto de alfombras, hay juguetes, TV. No creo que se aburran entre ellos.

Dependiendo de si ha tenido un día bueno o malo va feliz al grupo o no, y eso nos cuesta alguna rabieta de vez en cuando. También depende de las cuidadoras que le tocan. Hay días que se lo está pasando muy bien y no quiere ir, otros días que lo mismo, pero está contento de volver con su grupo porque tiene hambre (y por el camino va susurrando “ñam, ñam”, mientras nosotros vamos cantando “paká, paká”, para que sepa que nos vamos); otros días está cabreado con nosotros y busca a su cuidadora por el patio diciendo “mama, mama” y se quiere ir con ella y otros, también está cabreado pero no quiere volverse ni a tiros. O sea, que no hay pautas claras, ni seguras, cada día es distinto y Alberto viene sin manual y hay que ir aprendiendo sobre la marcha.

A la salida, después de dejarle, vienen los primeros comentarios: ¿”Cómo le has visto?” Si ha tenido un buen día volvemos al apartamento con cara de bobos y pensando que la vida es bella y fácil y transcurre por caminos de algodón dulce flanqueados por árboles que dan manzanas de caramelo y gominolas de fresón. Si ha tenido un día torcido volvemos analizando cada gesto, preocupados por lo que vendrá, cómo será el retorno a casa: ¿podrá dormir solo? , ¿le costará pasar de cuna a cama?, ¿se asustará de Gos (nuestro perro)? ¿y Gos de él? (Gos es tipo Scooby-Doo), ¿qué pasará en los días de Kiev?, ¿dormirá con nosotros o se asustará tanto que pasará la noche en llanto? Nos animamos mutuamente, intentamos despejarnos incertidumbres, nos preocupamos por lo que nos podemos preocupar, que es lo de hoy, lo de ahora y empezamos a prepararnos para la tarde.

A mediodía preparamos la comida en horario europeo (a las dos ya hemos comido) vemos un rato la tele (en ruso) o alguna de las películas que hemos traído gracias a San Emulio de los piratas. A las 15:30 empezamos a preparar la merienda Normalmente es su madre la que planifica y ha ido cambiando a medida que ha ido conociendo los gustos de Alberto que se resumen en: le gusta todo y cuanto más, mejor. Bueno, en realidad lo que hace es combinar frutas y lácteos con galletas para que le resulten atractivos y los digiera bien.

A las 16:00 estamos otra vez en la puerta y subimos a buscarle. A esa hora les acaban de levantar y como todo el mundo, Alberto ve el mundo un poco más hostil después de la siesta, así que Maria se lo intenta dulcificar con una doble ración de besos –se aprovecha de que está medio dormidito- y con las ricas viandas de la merienda. Después de merendar, otra ración de parque (estamos haciendo un master en juegos de parque, casi cinco horas diarias solos con él, jugando, que si con la palita, que si con la pelotita, que si con los muñequitos….) y eso de las 18:15, de vuelta a su grupo para merendar. Otra tanda de “paká, paká”, otra despedida, normalmente cariñosa de Alberto y vuelta al apartamento.

Son los momentos en los que aprovechamos para hacer la compra en el súper del barrio, para mirar los correos, para escribir en el blog, etc. La compra en el súper es en plan antiguo: caminando, que hay gerundio y no hay coche. Así que si vamos a las tiendas del barrio y compramos, ora señalando, ora por el lenguaje de los signos, artículos que, salvo la Coca-cola y el Nestea, están etiquetados en ruso. Hay otros días que caminamos un cuartillo de hora y vamos a otro más grande, donde compramos con carrito. En este hay más productos conocidos (hasta aceitunas, aceite y atún españoles) y podemos comprar con más confianza, a cambio de volver cargados como burros. ¡Cómo echamos de menos nuestro Alcampo, incluso plagado de gente! Cuando vaya a hacer la compra el primer día voy a besar el suelo como hacía el Papa Juan Pablo II.

Al volver, preparamos la cena, repasamos al detalle cómo ha tenido el día, sus reacciones, sus avances (cuando los hay). Vemos las fotos, los vídeos; nos damos cuenta de lo guapo que es y de cómo va engordando día tras día, de la diferencia que va de las fotos de los primeros días a las de ahora. Entonces pensamos que cuando volvamos a España, a casa, con los nuestros, con médicos, comida y cuidados de allí, todo irá mejor.

Si hay tiempo, una peli; si no, un ratito de leer o de tele y a dormir para que llegue pronto el día siguiente, para volver a verle, para volver a abrazarle. Tras el beso de buenas noches y un “te quiero”, un silencio y la pregunta de su madre. “¿Estará dormidito?” “Hace ya horas, Maria”.

Nuestro día, nuestra vida, están centrados en él. Las bromas entre nosotros, nuestros comentarios, nuestras discusiones, le tienen a él como argumento; tras un momento de silencio, uno de los dos recuerda algo del día y le damos vueltas, nos reímos, nos preocupamos, lo comparamos con lo que hacían nuestros sobrinos a su edad, lo pensamos del revés, lo pensamos del derecho…

Hacemos planes, nos imaginamos con él en la playa, esquiando, en el cine con un cubo de palomitas más grande que él, muy formalito mientras mira boquiabierto una pantalla de cine por primera vez en su vida, nos lo imaginamos llevándole a la guardería su primer día, nosotros con el corazón en un puño y él diciéndose “por fin me llevan con unos colegas estos pesados”. Me lo imagino en los brazos de mi madre (que ya chochea con él y eso que aún no le conoce), jugando con Gos, con los niños de nuestros amigos, de nuestros vecinos. Me lo imagino feliz o asustado, llorando tras una caída del columpio, de la bici. Pero me lo imagino con nosotros, para siempre.

Un día menos, un día más. Camino a casa. Ya queda menos.

Y así se pasan los días, monótonos, improductivos, pero necesarios para cumplir con las reglas de este juego en el que nos hemos metido, el juego del rescate de nuestro hijo.

Hay momentos en los que me lo comería vivo de puro rico que es; hay otros en los que le despellejaría para hacerme unos guantes con su piel, por cabrón, cuando nos ha dado un día de berrinches, de no querer estar con nosotros, de pedir señalando una cosa y tirarla cuando se la das (su juego preferido), de llamar a su cuidadora, de lanzarnos comida, zumo, etc. Pero incluso en los peores días, tiene un momento en el que sonríe, y noto que segrego saliva de las ganas que me entran de morderle de cariño.

Supongo que eso es la paternidad, ¿no?

Abrazos,


Cacha










7 comentarios:

Anónimo dijo...

No te preocupes Cacha, todos entendemos lo complicado del asunto a tantos kilometros de casa, y mas teniendo en cuenta lo primitivo de la ciudad en cuestion.

Hoy no tenemos demasiado tiempo, resulto ser un dia "borde", pero ello no impide que tengamos nuestro habitual "aterrizaje" por el blog.

Somos conscientes de que a tantos kilometros de casa, es mas que importante, mantener un "pelin" de contacto con los seres queridos, (a pesar de que algunos de ellos, no sean humanos).

Bueno Cuñao Cacha, hermanita Maria y sobrino Alberto, que todos estamos con vosotros y que estamos deseando veros a los tres.

Miles de besos, mordiscos y apretones.

Anónimo dijo...

Tranquilos,tanto darle vueltas a las cosas es porque barruntais algo y es que, si las cuentas no me fallan la semana que viene estareis en vuestra casita, pero lo que no va a cambiar nunca es que en cada buenas noches tengais un pensamiento sobre el, aunque esté en su cuarto, en vuestra casa, entra dentro del nuevo cargo que teneis de padres.

Muchos besitos.
Por cierto,¿ no le estareis dando mucho de merendar al crio?, porque menuda barrigocha y mofletes se le están poniendo, no vamos a tener mas remedio que morderselos.

PILI

Anónimo dijo...

Hola a los tres, ¡que complicado es esto de ser padres! en la era de los botoncitos y estos pequeñajos nos llegan sin botón ON/OFF y sin libro de instrucciones.....en fin que tenemos que tener muchisima paciencia y que por lo que contais lo estais haciendo muy bien.
Aqui lo importante era que el os "adoptara" y esta claro que en cada prueba que os pone os está demostrando que ya lo ha hecho, necesitan saber que hagan lo que hagan no los vamos a abandonar y ademas necesitan saber cuales son los límites y aunque a veces se nos parta el alma cuando les regañamos o cuando nos ignoran (¡¡¡como te entiendo, Maru!!!), tenemos que ser fuertes, ellos terminan por entender y la verdad es que es maravilloso cuando nos dedican esas enormes sonrisas o esos abrazos fuertes.
Seguir asi porque ese es el camino y animaros porque dentro de un par de dias estareis por fin fuera de ese recinto sin cuidadoras y sin nadie que os mire mientras estais con vuestro hijo, por fin solos los tres para comenzar esa vida con la que tanto habeis soñado, por que a partir de ese momento es cuando empieza vuestra verdadera aventura.
PD- vereis lo maravilloso que es la primera vez que lo veais dormir con vosotros...........

Anónimo dijo...

Si

Anónimo dijo...

Sí, eso es la paternidad. :-)

Sí, eso es el amor.

Sí. Está más gordito. :-D


Ay, hermosos, escribo poco, pero es que sobrepasáis mi capacidad de expresión. Me vuelvo jalea leyéndoos.

Si pudiera meter los brazos por esta ventana de comentarios y estrujaros y daros este beso y este otro y estrujaros otra vez... Así, ahora mismo.
Mientras recorréis los tiempos sin Alberto.

Anónimo dijo...

Queridos Maru y Cacha:
Os agradecemos mucho tanto vuestros comentarios como la "profundidad".
Estamos a las puertas del viaje de adopción, y este blog nos ha dado mucho que pensar.
Tanto a mi marido, como a mí,las cosas que describís, las sensaciones, los momentos, nos hacen ver cosas que ¡jamás! nos las hubiéramos imaginado. Lo que vosotros pasáis nos hacen ver determinados aspectos que nos habían pasado inadvertidos y hablamos de cómo debemos comportarnos en cada caso.
Abrazos sinceros, y MUCHAS GRACIAS.

Anónimo dijo...

Para Bárbara: mucho animo, podreis ver que todos los papeleos y esfuerzos se ven al final recompensados, si necesitais cualquier cosa, estamos aqui. Mucha suerte y GRACIAS. MARU Y CACHA