viernes, 4 de mayo de 2007

LA INFANTITA Y MOISÉS

Casualidades de la vida, en estos días hay dos niños muy famosos en España, por su esperada aparición a la vida pública: La Infanta Sofía y nuestro hijo.

Ambos son muy deseados, ambos tienen todo el futuro por delante, ambos van a tener un montón de cariño para crecer y desarrollarse y ... ya no hay más similitudes. Porque lo cierto es que el origen de ambos no puede ser más distinto. La infantita lleva de serie una lista de antepasados conocida por todos, hay libros sobre su familia, cuadros, sellos, monedas... Nosotros no vamos a saber mucho acerca de los orígenes de nuestro hijo; probablemente una mención al estado de salud su madre, a si tiene más hermanos, a cuando fué abandonado... Poco más.

Eso no nos desanima; al revés, me imagino a nuestro hijo como un Moisés eslavo traido por las aguas de la constancia y el amor de sus padres, que le han querido tanto antes de conocerle que han sido capaces de superar su comodidad, su frustración y su miedo para poner su esperanza en él (o en ella, que hablo en masculino, pero refiriéndome a ambos, perdonad, pero es que tanta arroba me jode un poco...), para apostar su futuro en él, para dedicarle su vida.

Ya sabemos que esto no va ser un cuento de hadas, ni mucho menos. Vamos a tener un hijo con más problemas que los demás; somos conscientes de que vendrá con retrasos, enfermedades, secuelas de su origen incierto y de su abandono. No seremos padres de esos que se pasan el día relatando las plusmarcas de sus hijos. No creo que tampoco lo hiciéramos de haber tenido un hijo biológico que fuera el más guapo, el más listo y el más bueno del mundo; ya nos conoceis, dedicamos más tiempo a preguntar "¿qué tal estás?" que a dar el rollo sobre nuestra vida.

Sabemos que tendremos más horas de hospital que la media, más horas de urgencias, más horas de terapias, más noches sin dormir, menos tiempo libre... a cambio de otras cosas, que nos interesan más (y tomo prestado algo que he leido y que me ha gustado mucho):

- Besos de mariposa y abrazos de oso.

- Una mano que coger, aunque normalmente está llena de mermelada.

- Una excusa para reírse de uno mismo, sin importarnos lo que diga el jefe o si ese día el trabajo nos ha ido mal.

- Ese momento mágico cuando, al final entienden la multiplicación, consiguen atar los cordones de sus zapatos o aprenden a montar en bicicleta sin ruedecitas.

- Licencia para hacer el tonto y no tener que crecer.

- Permiso para pintar con los dedos, esculpir plastilina, esconderte debajo de la mesa, capturar gusanos y creer en milagros.

- Una oportunidad para volver a leer las aventuras de Peter Pan, ver dibujos animados los sábados por la mañana, y cantar canciones de Mary Poppins.

- Pegar arco iris, corazones y flores debajo de los imanes del frigorífico y escribir encima un “ te quiero”.

- Recibir impresiones de sus manos en arcilla para el Día de la Madre y marcos de foto hechos con pinzas de madera para el Día del Padre.

- Convertirte en un superhéroe solo por recuperar un “frisbee” del techo del garaje, sacar una astilla del dedo gordo del pie, llenar a pulmón la piscina hinchable, o entrenar al equipo de fútbol que nunca gana pero que siempre logra un helado como premio.

- Consigues asiento VIP para ser testigo de su primer paso, su primera palabra, su primer diente, su primera vez en un tío-vivo y como no, su primera cita.

- Poderes para calmar el llanto, espantar los monstruos que están debajo de la cama y remendar un corazón roto.

- Obtienes una licenciatura, algunas veces con matricula honor en psicología, nutrición, justicia, comunicaciones y sexualidad, que ninguna universidad del mundo puede igualar.

Todo esto, y mucho más, es lo que ansiamos desde hace mucho tiempo y, esperamos, estamos a punto de conseguir. También sabemos que vamos a tener malos momentos, tanto en la infancia -derivados de los problemas que va a traer en la mochila, junto con los cuatro trapos que le compremos en Ucrania, ya que nos lo darán ni siquiera con "lo puesto"- como cuando crezca y se pregunte, como nos preguntamos todos algún día, ¿quién soy?, pero además ¿quién fueron mis padres? ¿por qué me abandonaron? ¿dónde estarán? ¿tengo hermanos? ... En fin, esto será más adelante, y si Dios quiere, estaremos allí para que se sienta menos perdido y para que se sepa querido. Me acuerdo de que mi hermana y yo hacíamos listas de nuestros apellidos, sumando a los de nuestros padres los de nuestros abuelos, bisabuelos...


Como sucede cuando nace un niño, que todo el mundo se apresta a buscar similitudes, parecidos, por inverosímiles que sean: "Tiene la misma nariz que su tía abuela Enriqueta". Así los reconocemos de nuestra tribu, de nuestro clan. Este recién llegado es de los nuestros, porque se nos parece, porque sacará el carácter de su padre, o de su madre... y así lo afirmamos, siendo cada vez más viejos en esos comentarios, que se repiten generación tras generación, país tras país.

Eso no pasará con nuestro hijo. Lo que se nos parezca será porque así lo ha querido tomar de nosotros, no porque la genética se lo de. No podremos culparnos ni enorgullecernos de que le hayamos dado "gratuitamente" nada por nuestra herencia de cromosomas. Todo vendrá con el trabajo y el amor. Nada más y nada menos.

Me acuerdo del caso que nos contaron en el curso de adopción, de aquel niño adoptado al que un compañero de clase le dijo, burlándose de él, que no era hijo de sus padres y le contestó: "Si, pero a mi mis padres me fueron a buscar a más de 8.000 km y a tí no".

La vida, la cruel vida, la maravillosa vida que nos toca vivir.


Cacha



PS: Aunque creo que todos lo sabéis, si es niño, NO se llamará Moisés, sino Alberto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cúantas veces me he acordado yo de ese comentario del curso y cúantas veces lo he dicho!
Ni tienen nuestros genes ni falta que les hace. Tienen nuestro corazón, nuestra ilusión, nuestro tiempo, nuestra mente y sobre todo tienen nuestra gratitud. No hay noche que yo no le de las gracias a mi hija por haber iluminado nuestra vida de esta manera y por hacernos tan felices. Y no creas que habrá pluses de incertidumbre, o de insomnio o de médicos o de hospitales... es exactamente lo mismo que si los hubiéramos parido. No es más difícil que la paternidad biológica ni más costoso te garantizo José Antonio que es exactamente igual. Quizás el día de mañana, con las preguntas, con las respuestas, con los silencios que hay que evitar... pero ¿qué adolescente no se siente fuera del mundo, incomprendido, despechado e inmensamente desgraciado en algún momento de su pubertad llena de granos? o sea que sigue siendo lo mismo. No hay diferencias chicos, son NUESTROS HIJOS.

Supongo que sabéis quien soy, quienes somos, y que volamos con vosotros a Kiev, los 3 ucramaños. Ahí estaremos.

Anónimo dijo...

¡Qué razón tiene el tal anonimo ese, tan majete él. ¿Vosotros creeis que si alguien me dijese que Lydia o Paula no son hijas "biológicas" mias las iba a querer menos? Son mis hijas y eso no lo puede cambiar nadie. Pues igual os pasará a vosotros, vuestro hijo ya es vuestro hijo desde aquel día en que sentados el uno frente al otro os preguntasteis si la adopción sería un camino a seguir y os decidisteis. Ese día se gestó vuestro hijo, ese día comenzó vuestro embarazo, igual que los embarazos de los chicos, que llevan a su hijo dentro, pero que tienen los mismos mareos, la misma debilidad e incluso las mismas nauseas que la madre. Vuestro embarazo ha sido un poco más largo que el de otros, igual que hay sietemesinos, ochomesinos, niños prematuros ... Es vuestro hijo y eso no puede cambiar nadie.